Acercarse a visitar el Monasterio de San Juan de la Peña es también poder disfrutar de una oferta gastronómica suculenta y platos de profunda tradición que han marcado los fogones de la comarca. El recetario jacetano se caracteriza por una gastronomía propia, sabrosa y contundente, caracterizada por ser una cocina pensada para combatir los rigores del invierno.
La propia ciudad de Jaca es bien conocida por sus animadas calles con numerosas tabernas y bares que ofrecen gran variedad de tapas caracterizadas por su elaboración y originalidad. Del 23 al 27 de octubre se celebra una de sus citas más importantes, la XVI edición del Concurso de Tapas y Cazoletas de La Jacetania a la que concurren más de 40 propuestas gastronómicas.
Igualmente la oferta es variada para los lamineros, por la conocida tradición de dulces y pastelerías, una de las actividades más arraigadas de Jaca. Así, el huevo, el azúcar, la harina y el aceite son los ingredientes básicos de los lamines que hacen conocida a la villa, y con el que se elabora el típico pastel jaqués: una masa de brioche u otra similar cubierta con granillo de almendra y miel que luego se fermenta, se hornea y se rellena de nata, una vez que el bollo está ya frío.
Inspirada en las ollas ancestrales de los valles del Pirineo y elaborada con productos de la zona, la Olla Jacetana es un plato que se ha convertido en referencia gastronómica para la comarca. Boliches, costilla de cerdo y verdura son los ingredientes principales, un maridaje que cada establecimiento de la zona completa a su gusto.
Las legumbres, tan humildes como nutritivas, tienen un papel muy destacado en los recetarios aragoneses y, durante años, han sido las protagonistas de cualquier despensa por tradición, por abundancia y por economía. En la provincia de Huesca, y concretamente en el valle de Echo, los boliches de Embún son una de las legumbres que más relevancia han cobrado. La elaboración de este plato se ha trasmitido de manera oral y también por escrito, a través de los recetarios familiares, hasta llegar a nuestros días. La receta demanda una gran dedicación ya que, un día antes de la elaboración del plato, los boliches deben haber sido puestos a remojo. Al día siguiente en una perola se añade una cabeza de ajos, una zanahoria, un trozo de puerro y un buen chorro de aceite de oliva, que se pone a cocer en agua fría y a fuego lento. Bien sazonado, es una receta sabrosa, propia de la cocina de invierno.
En la actualidad, conscientes de la importancia de potenciar el producto con sello de la tierra, muchos profesionales de la cocina elaboran este y otros platos con productos kilómetro cero, promoviendo incluso la recuperación de variedades autóctonas de hortalizas y legumbres. Lo social y lo gastronómico encuentran su fusión en productos como la miel ecológica de trashumancia, los boliches de Ascara, las piparras, los espárragos, las cebollas dulces o el centeno, productos todos ellos ecológicos y producidos a través de Cielos de Ascara, en el cercano enclave de Ascara, un proyecto ecosocial que aúna la agricultura, la apicultura y la integración, contando en el proceso con personas con discapacidad intelectual o en riesgo de exclusión, apostando por la profesionalidad, el respeto a la tierra y a los valores, y la conservación del patrimonio.
Por ultimo, destacar el considerado como el “oro negro” de la zona, la trufa negra, uno de los manjares que el visitante no puede dejar de probar. Empleado como complemento en muchos platos típicos, la comarca de La Jacetania se ha volcado en los últimos tiempos en la producción de este cotizado hongo. Aragón está considerada como la región del mundo con mayor superficie destinada a la producción de trufa negra, y de esta tierra sale el 60% de la producción en España y el 25% de la producción a nivel mundial. La truficultura aragonesa se encuentra en este momento inmersa en un importante proceso de tecnificación. La Jacetania, especialmente la zona de la Canal de Berdún, es uno de los territorios aragoneses que está experimentando un mayor desarrollo.